martes, 19 de julio de 2011

A SOLAS CON ELLA

Las cinco de la madrugada en la prisión estatal del condado de Harris, Texas. Falta una hora para que Frank Mahoney deje de existir. Después de diez años en el corredor de la muerte, Frank sigue proclamando su inocencia a los cuatro vientos.
El estado lo ejecutará tras sucesivas apelaciones infructuosas mediante inyección letal a las seis en punto de la mañana. Hasta estos últimos días tenía esperanzas de librarse –como en otras ocasiones- del temido desenlace y conmutasen la pena por un crimen que no ha cometido. Cree que se está perpetrando con él una aberración.

Al amanecer en la soledad de su celda cuando le faltan minutos para dejar este mundo vislumbra implacable la frialdad de la muerte. No ha pegado ojo en toda la noche, no ha querido ningún somnífero. Tenía la intención de aprovechar hasta el último minuto de vida de manera consciente, aunque sus intestinos decían otra cosa, están vacios después de evacuar y vomitar varias veces durante la vigilia. Cuando llegue el momento no sabe si va a aguantar sin desplomarse.
Una pareja de guardias vienen a por él. Es la hora. Dos arcadas baldías es lo último que le brinda a sus pocas pertenencias en la celda y la proclamación una vez más de su inocencia en el asesinato del que se le acusa. Antes de salir se presenta un sacerdote cuyos servicios rechaza, aunque este le dice sonriente: ”tranquilo, estaré dentro a tu lado y cuando notes que alguien te toca la pierna, ya sabes qué soy yo”. Los funcionarios lo trasladan por el largo corredor. Todo se acaba, igual que este largo pasillo. Cruzan una puerta y lo introducen en una cabina de cristales, al otro lado hay gente sentada. Dos enfermeros lo suben a una camilla que le servirá de primera losa mortuoria. Lo atan a esta y le abren dos vías una en cada brazo -por donde entrará el veneno asesino-. Tumbado, tanta luz le molesta en los ojos, los entorna levemente; de nuevo siente un dolor punzante en la boca del estómago, pero no tiene nada que echar. Mientras, alguien le alienta a que diga sus últimas palabras.
-¡No he matado a esa mujer!¡Asesinos, no quiero morir! ¡Soy inocente!- repite llorando desesperado y tiritando.
Mientras un funcionario lee la orden de ejecución por el asesinato de la anciana Belinda Scott. Al mismo tiempo el verdugo introduce varias ampollas en idénticas jeringas que serán accionadas de forma automática y una de ellas inyectará la dosis letal.
La maquinaria empieza a funcionar… segundos después a Frank le va envolviendo una neblina flemática e inapelable. Una mano cálida toca su fría pierna, entreabre los ojos, la sonrisa del sacerdote le produce calma y sosiego por primera vez en su miserable vida.
Piensa que es justo que muera; a él le han mostrado compasión en el último momento; él no la tuvo hace quince años al descuartizar a hachazos a aquella pobre niña.
Ahora, ya no le importa estar a solas con la muerte.

4 comentarios:

  1. El sistema judicial americano prefiere ejecutar a un real no-culpable a que un verdadero asesino ande suelto por exceso de garantías.
    En este caso que tan bien has dramatizado ha habido fallos garrafales.
    Y por último el "veneno" no es asesino, de ninguna manera. Ni el pentobarbital, ni el tiopental sódico, ni el bromuro de pancuronio y menos el cloruro de potasio son asesinos... por sí solos.

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  2. Muchas gracias, José Antonio como siempre por tus comentarios.
    No entiendo muy bien lo que me quieres decir con lo de fallos garrafales. Supongo que te refieres a la situación del protagonista que está condenado a pena de muerte no habiendo cometido el asesinato del que se le acusa ¿no?.
    Realmente lo que he pretendido poner de relevancia en el relato es el arrepentimiento de Frank, y el creer justo que aunque van a ejecutarlo por un asesinato que no ha cometido, es justa su muerte por asesinar a la niña. También he querido plasmar la angustia de alguien que sabe que dentro de unas horas va a morir. Y su aceptación al final. No hace mucho que vi PENA DE MUERTE (Sean Penn, Susan Sarandon) y me impacto fuertemente.
    Y bajo el punto de vista de Frank, el veneno y toda la maquinaria que lo ejecuta son asesinos.
    Te agradezco de nuevo tus comentarios aunque este no lo haya entendido muy bien, y de que te molestes en visitarme. Un abrazo.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Por supuesto que se le ejecuta por un asesinato que no llegó a cometer aunque haya asesinado a otra persona.
    Mi intención no ha sido otra que la de comentar, sin mayor trascendencia.
    Los escritores, al menos en mi caso, no estamos para emitir juicios ni para crear opinión. Como yo digo, no siempre asumo lo que escribo... incluso podría escribir una historia con una conclusión y con la contraria.
    Sobre esta entrada que no has entendido, te diré que el tema de la pena de muerte me tiene confundido. Estoy en contra pero respeto donde la contemplan. Y sí, tengo claro que el veneno es letal según cómo se use. Pero bueno,tampoco tiene mayor importancia...
    Me gusta tu forma de escribir, así que no es una molestia, sino un placer visitarte y comentar, aunque te recomiendo que no hagas mucho caso de mis opiniones...
    Un saludo, amigo!

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