lunes, 31 de marzo de 2014

UN REGALO INESPERADO

Apareció en medio de la calle descalza con el sujetador en la mano y unas llaves ensangrentadas. Todo su cuerpo estaba salpicado de rojo. Los viandantes se acercaron para comprobar su estado. Con su mirada vacía no dejaba de negar con la cabeza. A pasos cortos intentaba cruzar la calle. Le seguía goteando el fluido rojo de la mano.
La gente se agolpaba y se preguntaban si la conocían. Unos decían “es la chica del 5º A”, otros “vive en el ático B”. Y ella seguía negando con la cabeza. Un avispado transeúnte le pasaba la mano delante de los ojos, como para que despertara de su letargo. Ella obnubilada se apoyaba en un chico joven con un tatuaje de un ave fénix en el brazo derecho que le prestó ayuda. Se llamó a la policía.
Mientras tanto se interceptó, cuando sacaba la basura, al portero del bloque de donde presumiblemente había salido la zombi. No la había visto en su vida. Quizá en el bloque contiguo supieran de ella. Nada de nada. La gente extrañada murmuraba. A todo esto la chica seguía muda y atónita…
En el mismo momento que llegó la policía se vio a un sujeto saltando de un balcón a otro en un edificio de apartamentos justo en enfrente. El sargento dio orden a sus agentes para detenerlo, aunque no fue necesario. El individuo resbaló del balcón, con la buena fortuna de rebotar en el toldo del Mc Donalds de la esquina. El sospechoso, así calificado por los asistentes, habiéndose incorporado de la caída, se apresuró todo lo rápido que los agentes se lo permitieron hacia el lugar donde estaba la muchacha y toda la congregación.
El joven tendría alrededor de 25 años, de buena planta y bien guapote, complexión fuerte aunque no muy alto, se diría  que fuera hermano de Leonardo di Caprio por su gran parecido. La explicación que dio al oficial de policía fue la siguiente:
Mi nombre es Giovanni Esposito, soy italiano aunque llevo más de cinco años en este país. Me disponía a darme una ducha. Hacía unos treinta minutos que había llegado al apartamento. Mi novia Sheila Lemery, británica de nacimiento, aunque afincada en esta ciudad desde los diez. Me había adelantado una sorpresa para la cena de aniversario. La cocina no es lo suyo, como podrán comprobar por lo que les voy  a contar, y yo como buen italiano muy acostumbrado a que la “mamma” me atiborre en abundancia y con buena comida.
La pobre Sheila no me permitió cuando llegué entrar en la cocina: “es una sorpresa” me dijo. “Métete en la ducha yo voy en un momento”, cosa que hice. Intuyo ahora, que ella se debía estar desnudando en la cocina, por la prenda que lleva en la mano… Logré oír el pshhhhh de lo que parecía una olla a presión cuando pasé cerca de la cocina, sería nueva, pues no teníamos ninguna. El caso es que no tardó ni un minuto en oírse lo que pareció ser una pequeña detonación; con el sonido del agua de la ducha, la mampara y la puerta cerrada del baño, no me pareció muy cercana. Alertado de que Sheila no venía y habiéndola llamado varias veces sin obtener respuesta, me dispuse a salir a toda prisa, y cuál fue mi sorpresa… toda la cocina estaba empellada de tomate frito que seguramente había puesto a cocinar en la olla exprés, supongo que a una temperatura y tiempo inusual, ¡pobre Sheila, quería hacer méritos!, me estaba preparando unos spaghettis con tomate y este lo estaba preparando a presión, “grande errore, mamma mia”. Después del estallido quedaría en tal “shock”  que lo primero que se le vino a la cabeza fue  salir huyendo, no sin antes cerrar la puerta con llave, esas mismas llaves que tiene en la mano llena de tomate y que me impidió salir por la puerta.

Al acabarse lo que se daba, la gente allí agolpada, empezó a abandonar el escenario del “crimen”. El sargento después de haber aceptado del joven, las explicaciones pertinentes y dado que la muchacha había recuperado la visión de la realidad y corroborado la versión de su novio, el sargento explicó a la chica las bondades de las ollas convencionales y los beneficios del tomate frito precocinado de los supermercados.

1 comentario:

  1. Hola, Pepe:

    Me preparaba para irme a dormir (que ya es hora;) y he pasado muy buen rato leyendo tu historia. Jejeje, que traicionero puede ser el tomate si uno no se fija bien y se deja llevar por los malos pensamientos. Desde luego, pobre chica, ¡a quién se le ocurre cocinar pasta en una olla, puuuaggg!! :D Y encima, con un novio italiano, ¡mama mía! Mejor le hubiera ido con un simple y sencillo sandwich ;))

    Un fuerte abrazo, Pepe.

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