Joe Cassano
cerró la puerta corredera de su despacho, después de decirle a su secretaria
que no le molestase durante un buen rato.
-Siéntese
por favor- le dijo a su cliente, ofreciéndole un cigarrillo que no
aceptó.
-Pues verá,
yo solo sé que en la vida hay buenos momentos, nada más- le contestó el
detective.
- ¿En qué le
puedo ayudar Señor Johnson?- El hombre se retrepó en el sillón y dio una
profunda calada... cuando exhaló el humo esto fue lo que le contó:
La historia
es vulgar. Un ser egocéntrico a quien los celos no dejan vivir. Durante veintidós
años he compartido mi existencia con el amor de mi vida y a esa persona alguien o algo le ha alejado
de mí. Y quiero saber quién ha sido. ¿Qué ha ocurrido? Nos conocimos un 7 de
abril de 1963, por la tarde en una exposición de pintura, en el Marlborough de
Nueva York, luego me confesó que entró únicamente allí porque estaba lloviendo.
Todavía puedo ver aquellas gotas de lluvia sobre su rostro. Perdón pero es que…
uno recuerda ciertos momentos y… ¡Cómo pasa el tiempo! Le voy a aceptar ahora ese
cigarrillo. Aquella persona fue muy valiente estaba casada y rompió su
matrimonio. Alquilamos dos apartamentos en el mismo edificio, puerta con
puerta, algo muy frecuente entonces. Aquellos tiempos eran muy diferentes a los
de ahora. Todo era escándalo, todo era pecado, todo eran adversidades. Nuestra
unión duró hasta hace dos meses. Al término de una cena silenciosa, extraña,
con la mirada fija en el plato, me dijo: Se ha terminado, no quiero volver, y
por favor sin explicaciones. Ni siquiera pude reaccionar, me quedé perplejo.
Naturalmente pedí explicaciones, un día y otro y otro, inútil, no obtuve
respuesta. Dejó el piso y desapareció.
- Señor
Cassano, ¿Quiero saber dónde vive? ¿Qué hace? Y si hay otro hombre.
- ¿Ha traído
alguna fotografía?- preguntó Cassano.
- Si claro,
tenga -. Cassano impasible sacó de un sobre color crema varias fotografías. Su
rostro era agradable, tenía puesto un jersey de cuello vuelto, pelo corto rizado, de edad indeterminada. En
otra aparecía con un abrigo largo color oscuro, bufanda al cuello y una amplia y feliz sonrisa.
-¿Sorprendido
Sr. Cassano?
-Un poco, no
siempre las suposiciones iniciales son acertadas.
Contrariamente
a lo que se había imaginado, la persona que debía buscar no era una mujer, se
llamaba Alfred. Alfred Cassano y era el
hermano que creía desaparecido hace más de 30 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario