viernes, 26 de agosto de 2011

LA RECOMPENSA

Amaru siempre fue un niño muy dado a la fantasía, se le ocurrían ideas a veces descabelladas que provocaban las risas a sus compañeros de juegos.
Como cuando se le ocurrió tocar el sol. Había días que se levantaba antes del amanecer;  se dirigía por las llanuras hacia el lugar donde emergía. Corría y corría sin desfallecer pero por más que se esforzaba nunca llegaba a tocarlo. En otras ocasiones empezaba a correr y a correr muy de mañana por los valles hacia el lugar donde sabía se escondía por la noche. Tampoco en estas ocasiones consiguió su objetivo. Otras veces, pensaba que subiendo, cuando estaba nublado, a la montaña más alta conseguiría tocarlo ayudado por las nubes y corría, corría sin respiro y sin descanso, con el mismo resultado.
Pasó el tiempo,  y cierto día cayó en la cuenta de que todo había sido una fantasía infantil e inocente. Había crecido y se había hecho mayor; nunca podría tocar el sol.
A pesar de todo no se sintió fracasado por lo que había sucedido. Por el contrario, pensó que sin proponérselo, el esfuerzo empleado no fue en vano, pues se iba a convertir en un “chasqui”; y en el mejor de todos ellos. Amaru, el mensajero más veloz, incansable y tenaz de todo el imperio Inca.

2 comentarios:

  1. En cualquier cultura, en cualquier circunstancia, en todos los pueblos de la tierra, sea cual sea la educación recibida, el esfuerzo, el intento de conseguir objetivos, palía el éxito o fracaso de la misión.
    Incluso aunque no se hubiera convertido en un "chasqui" (¿?) el deseo de tocar el sol ya lo califican como un idealista, sin los que el mundo giraría a trancas y a barrancas.

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  2. Precioso el relato, Pepe. Sigue publicando cosas así, porque realmente vale la pena.
    Me gustaría que te pasases por mi blog para debatir un tema de Ciencias y Letras.

    Un fuerte saludo.

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