Joe Cassano
cerró la puerta corredera de su despacho, después de decirle a su secretaria
que no le molestase durante un buen rato.
-Siéntese
por favor- le dijo a su cliente, ofreciéndole un cigarrillo que no
aceptó.
- ¿Señor
Cassano usted cree en la felicidad?- le
preguntó su cliente.