domingo, 11 de septiembre de 2011

IGUAL QUE AYER



Me aprieto las manos contra la cara a la vez que me las froto fuertemente queriendo de alguna manera hacer desaparecer la sensación que siento en este momento en el que acabo de despertar, y no es que lo que viva sea una desgracia sin calificativos, esto no es, sin embargo me embarga una hiriente, cansina y perniciosa monotonía.
El día de hoy será de forma irremediable un calco de ayer y el de mañana será una copia de hoy. Cada vez que despierto conecto con la sensación de que mi voluntad, pesa toneladas, de que no está a mis órdenes sino más bien desobedeciéndome insolentemente. Mis pensamientos, nebulosos y vaporosos como no queriendo hacerme discurrir con claridad en la apertura de este aburrido nuevo día que me espera. Desde hace días sufro una bajada reincidente de energía. Desinflado antes de comenzar y con ganas de acostarme sin haberme llegado a levantar. Por otra parte, ya puesto en marcha suelo acusar incluso de una invariabilidad en los movimientos corporales y redundancia enfermiza en los comentarios y conversaciones, con una periodicidad casi programada y atestada de repeticiones en los gestos, recuerdo haberlos realizado ayer muchos de ellos sin variar un ápice.
Puestos así, se me está ocurriendo, con esta facha, en calzoncillos, esconderme debajo de la cama con la almohada sobre la cabeza y tapándome los oídos; no estoy, no voy a trabajar, un día vacuo, en blanco, diré que estoy enfermo, y dispondré de un día diferente…. ¡No! ¡Quieto! No puede ser. Mi obligación como esposo, padre, hijo, empleado, ciudadano es: ganar dinero con el sudor de mi frente. No es eso lo que siempre nos han enseñado con insistencia. Que hipocresía, que desatino absurdo, que majadería. No es mejor ganar el dinero sin sudar una gota. 
Después de esta absurda idea claudico; iré a trabajar. Y cuando llegue a la oficina desempeñaré mi cometido con eficacia reincidente y reiterativa; estamparé un sello por aquí, una firma por allá, archivaré un documento por acá, enviaré un correo por más allá. Qué divertido para mí y qué enriquecedor para el resto de la humanidad. Mi ego se infla exultante con estas funciones. Como si me fuera a explotar en toda la cara. Quizás por eso me aprieto las manos contra ella todas las mañanas al despertarme.

2 comentarios:

  1. Algunas veces cuando la vida, o nuestro entorno se quiebra de repente, se echa de menos las monotonía.

    ResponderEliminar
  2. La vida es monótona por definición. Sólo los acontecimientos extraordinarios alteran nuestro discurrir. Y por supuesto la carencia de algún compuesto de nuestro carburante "SDA" nos hace añorar esa monotonía.
    Así pues, cada día... "Amanece que no es poco" y... "Bendita monotonía"

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...