Con mucho menos calor del que esperamos que íbamos a padecer, se paseó el Corpus Christi por las calles de Churriana mi pueblo, mi barriada, ayer domingo. Confieso que la razón de mi asistencia a este acto ha sido la presencia de mi hijo David que habiendo tomado la 1ª comunión en el mes de mayo y como es costumbre y de forma voluntaria, los niños y niñas que el año corriente han participado, asistan y se paseen por las calles del pueblo. Pues allá que fuimos mi familia y yo. Aparcamos el coche en la explanada frente a la Iglesia. Las siete de la tarde era la hora prevista para la misa y posterior procesión.
Hacía ya bastantes años que no asistía a estos actos, en lugares de la geografía española como Toledo o Granada son días de celebraciones muy importantes. Como digo tiempo hace de mi última presencia. Mi abuelo materno Antonio, que fue la persona que me adentro un poco en estas celebraciones religiosas -el domingo de ramos era también un día importante que me gustaba asistir a la iglesia con él y ahora asisto con mi familia-. En esos tiempos en los que la devoción y la fe en un niño de pocos años, el hecho de ver al sacerdote Don Alfonso bajo los rayos del sol en un día resplandeciente debajo del palio portando la Custodia, con el cuerpo de Cristo dentro significaba algo importante para mí, el ver a los portadores del palio todos con elegantes trajes, y los feligreses muy bien ataviados con sus mejores vestimentas, por mucho me impresionaba. Un dicho por aquí en Andalucia dice “eres más grande que el día del Señor” cuando se quería dar mucha categoría a algo o a alguien.
Ahora desde la distancia inexorable del paso del tiempo, la procesión como es de figurarse ha perdido todo su magia e incluso esa luminosidad resplandeciente que percibía por aquellos años. Al cura se le llama Pepe,cura joven por supuesto muchísimo más accesible y cercano que lo podía ser cualquier sacerdote de aquella época. Aunque al igual que lo diría Don Alfonso, Pepe no dejó de insistir en la misa que la que íbamos a realizar era la procesión más importante del año, que nos fijáramos bien en la importancia de lo que estábamos celebrando, en esa Custodia simbólicamente estaba el cuerpo de Cristo que se iba a procesionar por las calles del pueblo. Independientemente de que el adoctrinamiento te pueda convencer de ello, y desde el punto de vista de cómo lo puede ver un profano en la materia, para un cristiano católico apostólico y romano debe ser un día muy especial, el más grande, como dice el dicho andaluz. Pues me da que no es así para nada. Otras procesiones son más importantes para la inmensa mayoría de los que se sienten alineados en esta religión, cualquier procesión que pongamos un par de tronos con sus respectivas bandas de música y eso sí, muchísimos capirotes, puede ser más trascendental que la del Corpus.
Desde mi posición de católico no asiduo practicante, aunque sí muy respetuoso con los actos y cultos que se imparten dentro del templo, que muchos -no todos- de los que para ellos asistir a la procesión de la Esperanza o el Cautivo o tantas como se procesionan por las calles de pueblos y ciudades es lo más sublime , deberían intentar ser más consecuentes con los ritos y actos verdaderamente importantes que significa y promueve su religión, muchos de ellos dicen comerse el polvo del camino, -con una copita de vino y cantes y bailes- hacia la aldea del Rocio y que después se pelean para saltar la verja y alzar a hombros a la virgen, que muchos de estos y de los otros se echan en falta en las procesiones verdaderamente substanciales de la religión que promueven.
Pero prosigo con mi relato. A continuación de la solemne misa en la Iglesia, el Corpus se paseó por un recorrido por las calles en las que habían montado altares como típicamente se hace desde años. Adornados con plantas y flores, alfombras y sábanas muy bien colocadas, algunas calles como la de San Fernando el suelo estaba tapizado de hojas de ficus elásticas y ramas de adelfas. En todo momento la procesión fue encabezada por los niños vestidos con la indumentaria de la 1ª comunión rodeado en sus laterales por los padres y madres, después el sacerdote muy bien engalanado junto con sus monagos que insuflaban al aire un dulce olor a incienso y por último el palio sujeto en su cuatro barrotes por feligreses voluntarios y bajo palio el pequeño trono rodado, con la Custodia y el Corpus en su interior, detrás la no muy numerosas personas asistentes en la mayoría mayores y asiduos de actos de estas características. Cuando la comitiva llegaba a un altar el sacerdote desmontaba la Custodia del pequeño trono y la portaba hasta el altar correspondiente, donde se le cantaba, oraba y finalmente los niños y niñas le dirigían una lluvia de pétalos de flores.
Sin duda, que como con la procesión del domingo de ramos y rememorando viejos recuerdos vividos en mi infancia, esta será otra a las que asista de ahora en adelante siempre que pueda. Ha sido una experiencia muy grata, llena de buenas sensaciones y eso sí con falta de bastante gente asistente. Sí, tenemos devoción pero no tanto.
Hola
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