De
pequeño cuando le preguntaba a mi amigo Ñito por qué era así, me respondía que
cuando su madre estaba embarazada de él, su padre tuvo un accidente de moto que
casi se mata y del susto nació raro.
Nunca lo escuché protestar de la vida que le había tocado vivir. Incluso
en su relación con la mujeres y a pesar de que Ñito estaba bien armado, le
servía para poco, pero eso no le afectaba, siempre estaba enamorado aunque
ninguna chica quería nada con él. Cuando los demás amigos nos íbamos con
nuestras parejas, se miraba su mano derecha y decía: ‘vamos cariño que tengo
una cita esta noche con mi amor propio’.
Era
feo, muy feo el pobre. Con cabeza prominente, rostro estrecho y alargado, las
orejas grandes, dientes disparejos y los caninos adelantados a los incisivos. Aunque fuerte su cuerpo estaba muy mal formado. Corto de entendederas rozando la anormalidad y bastante descuidado con su
higiene personal, se quitaba el sarro de los dientes con sus dedos y después
los restregaba en cualquier parte de su ropa o donde le venía más a mano.
Pero
Ñito tenía algo que no teníamos ninguno de sus amigos: la capacidad para la
aceptación de los avatares de la vida. Soportaba estoicamente los improperios
de otros, siempre era el fruto de risas y comentarios dolientes. Había nacido
–según él mismo- para soportar los insultos, risas y demás gestos hirientes y
así hacer descargar la mala uva de la gente. Ese era su cometido en este mundo.
‘Por qué sino iba Dios a ponerme en circulación con esta facha’ decía
alegremente.
El
día que murió, ni una sola protesta por su parte, solo unas palabras antes
de irse: ‘cuida de mi canario Piti, está triste se le ha muerto su canaria y
ahora yo’. Algún tiempo después nos enteramos que padecía también una disfunción
congénita en el corazón, y siempre supo que no viviría mucho tiempo.
Ahora,
bastante tiempo después de dejarnos, me pregunto si Ñito era en realidad corto o
había encontrado sin duda la sabiduría absoluta.
Y
lo que no tengo la más mínima duda es que aparte de para lo que él decía que
era su cometido en esta vida; nació para enseñarnos a sobreponernos ante
cualquier adversidad por desagradable que fuera. Feo sucio, con mala salud,
nada le intimidó, desbordaba a raudales sus inmensas ganas de vivir y cuando le
llegó la hora, tan solo le preocupó su canario Piti, su mejor amigo. Su
pajarito lo era todo para él. Estuvo conmigo varios años hasta que murió de
viejo. Lo cuidé como un verdadero tesoro, siempre recordando que en el animal
podía encontrarse escondida el alma de su amigo. Ese alma bondadosa,
desprendida y sabia. Ese día Piti voló hacia el cielo donde le esperaba con los
brazos abiertos su amigo. Por extraño que parezca miré hacia arriba y en
su inmensidad, contemple extasiado como dos puntos luminosos se fusionaban en
uno solo. Ahora yo, muy cercano a mi final espero tener su dignidad y conformidad al irme y tengo la esperanza y también el
anhelo de merecerme unirme a ellos.
Ñito es la metáfora perfecta de lo que debería ser la sociedad actual.
ResponderEliminarUna sociedad cada día más compleja, pero al mismo tiempo igualitaria y uniforme en cuanto a la poca, por no decir nula, capacidad de sufrir con cierto estoicismo los avatares de la vida.
Todo lo queremos supervisado, controlado, anticipado, perfeccionado, sin lugar a la aventura de lo distinto o fuera de lo normal.
Me ha encantado la desventurada vida de Ñito, aunque reconozca que me ha gustado... sólo para leerla.
Es indudable que los sustos no son buenos. Desconocía esas consecuencias.Pensaré en ello. Buen relato. Un saludo.
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