Apareció en
medio de la calle descalza con el sujetador en la mano y unas llaves
ensangrentadas. Todo su cuerpo estaba salpicado de rojo. Los viandantes se
acercaron para comprobar su estado. Con su mirada vacía no dejaba de negar con
la cabeza. A pasos cortos intentaba cruzar la calle. Le seguía goteando el
fluido rojo de la mano.