Más de uno está ya preparando el espumillón, las
gafas, las narizotas rojas y el matasuegras, el arsenal de petardos y bombitas
explosivas: el fin de año se acerca, ¡Quietooooor! Como diría Chiquito. Para
algunos es la fiesta por excelencia, ¡Me lo pasaré de escándalo! ¡Cogeré un
cermeño de campeonato! Como si fuera la última de su vida, la “refinitiva”. ¡Y
no es para tanto señores! que ese día tiene las misma horas, minutos y segundos
que el anterior y el próximo. A mí lo que me da es por ponerme melancólico,
repaso mentalmente el año, y lo que saco en claro es: que ha pasado un año más,
y que los años van pasando, y los ve uno pasar como un tren rebasando una
estación contigo de espectador. Año tras año el tren va cruzando por la
estación y no me llego a subir en él. Lo veo como si tuviera un impedimento
físico que me impide montarme. Con el inconveniente añadido de que el tren no
se detiene. Tiene fuerza suficiente para no frenar, no quiere frenar, ¿O no
quiero montarme? La mayoría de las personas piensan que la vida te arrastra y
tienen parte de razón, aunque siempre tiene uno la última palabra. La decisión
última es siempre tuya. Nada de echarle la culpa a agentes externos. Que es eso
de: ¡Esas son las “junteras”! ¡No tenías que haberte casado con él! ¡Ya te dije
que el otro coche era mejor! Blablablá…….Que la decisión es de uno en última
instancia es indudable. Pero hay un ingrediente a este cocktail que la hace tan
importante como el zumo de tomate en el Bloody Mary; y es el azar. La controvertida
ley de caos que nos aborda en cada esquina y nos atrapa de sopetón, con la
misma facilidad de cuando pisamos una hormiga en el campo. Por eso digo, la
última decisión la tenemos nosotros, con el beneplácito del azar y la diosa fortuna.
Que a esta, sí que habría que erigirle un monumento en cada una de nuestras
casas y encomendarnos a ella, como hacen algunas personas con la Virgen de los Remedios.
FELIZ AÑO 2014 Y QUE LA SUERTE OS SEA FAVORABLE.